LA CIENCIA EN TIEMPOS DEL IMPERIO BABILÓNICO
“La enfermedad no está sola en todo el hombre, sino también en su alma. Un espíritu enfermo, crea un cuerpo enfermo, y una enfermedad del cuerpo causa una enfermedad del alma, y no sólo debe tratarse la carne y su enfermedad, sino también la mente.
Es muy posible que todas las enfermedades, incluso las epidémicas, se originen en algún rincón secreto del alma, y puesto que en algunos casos, el alma ha enfermado a la vez que el cuerpo, puede ser si no curada, olvidada por medio de la comprensión y el cariño, y puesto que la enfermedad del cuerpo en ocasiones tiene su origen en la mente, ésta puede resultar más llevadera a través de la taumaturgia de que puede ser curada en cualquier momento.
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El poderoso y espléndido imperio babilónico, no resulta familiar para muchos lectores, ni lo son los conocimientos de entonces en la medicina y la terapéutica de los sacerdotes-médicos, como tampoco su ciencia, todo lo cual fue heredado por los egipcios y los griegos.
Los científicos babilónicos conocían las fuerzas magnéticas y las sabían usar. Estas cosas se hallaban en los miles de volúmenes de la maravillosa Universidad de Alejandría, que fue quemada por el emperador Justiniano, varios siglos después, en un arrebato de celos mal entendido.
La medicina y ciencia moderna empiezan ahora a descubrir estas cosas. La época presente es más pobre de lo que hubiese sido de no haber mediado el furor de Justiniano. Si la ciencia y la medicina babilónica hubiesen llegado hasta nosotros por medio de una tradición ininterrumpida, nuestros conocimientos del mundo y los hombres serían ahora mucho más amplios de lo que es actualmente.
No hemos descubierto aún cómo los babilónicos iluminaban sus velas con “fuego frío más brillante que la luna,” ni cómo hacían lo mismo con sus templos. Aparentemente conocían algún medio para usar la electricidad que nos es desconocido a nosotros, y que no era además, tan burdo como los nuestros.
La historia dice que usaban “navíos terrestres” iluminados por la noche y capaces de alcanzar grandes velocidades. (véase el libro de Daniel) También sabemos que usaban “piedras” raras o alguna clase de mineral para la cura del cáncer. Tenían gran experiencia en el uso del hipnotismo y en la medicina psicosomática. Abraham, que había residido en la ciudad de Ur, en Babilonia, transmitió a los judíos el conocimiento de la medicina psicosomática y éstos la usaron durante siglos. Los Magos, “los hombres sabios de Oriente” que llevaron ofrendas al Niño Jesús, eran babilónicos, aunque por entonces aquella nación hacía tiempo que había entrado en una gran decadencia.
También, en los libros santos babilónicos, estaba escrito que los hombres atravesarían los océanos sin ayuda de velas, que algún día volarían como pájaros por encima de los continentes y que, en su incontinencia, destruirían la tierra en que vivimos. Todos los filósofos a través de los siglos han conocido estas profecías, pero han temido decírselo al populacho. Recordarán que Sócrates fue obligado a morir por causa de sus pensamientos e ideas.
Si alguien hoy en el mundo del poder y materialismo en el que nos encontramos proclamase lo que los babilonios y los judíos han conocido durante siglos, sería llamado loco o mago, e inmediatamente sería rechazado y suprimido por la sociedad. Sin embargo, muchas de estas cosas han ocurrido ya, y quién sabe si el resto ocurrirá en el futuro.
Por tanto, imaginemos si todos aquellos conocimientos científicos desaparecidos en tiempo de los babilónicos hubiesen llegado hasta nuestros días, seguramente muchos de los problemas que nos encontramos hoy día y que no le vemos solución, especialmente en las enfermedades del ser humano, hubiesen sido erradicadas hace algunos siglos.”
“Si alguien busca la salud
pregúntale si está dispuesto
a evitar en el futuro
la causa de la enfermedad;
en caso contrario,
abstente de ayudarle.”
Sócrates
lunes, 28 de junio de 2010
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3 comentarios:
Manuel me gustaría hablar con usted sobre alguno de sus artículos.
Mi dirección es stormpsygnosis@hotmail.com
Saludos
La fuente de ese texto es "El médico de cuerpos y almas" de Taylor Caldwell.
La fuente de ese texto es "El médico de cuerpos y almas" de Taylor Caldwell.
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