viernes, 16 de marzo de 2012

EL PUERTO FENICIO DE MALAGA


   La ciudad de Málaga fue fundada sobre un poblado ibérico, por los fenicios hacia el siglo X a.C., estableciendo en ella una industria de salazones.  Para situar la ciudad escogieron la falda del monte Gibralfaro, a cuyo pie llegaba el mar, y cuyas estribaciones de rocas al entrar en el agua debieron formar en aquellos tiempos una cala natural.

   Este puerto fenicio, comprendía desde la esquina Occidental de la posterior aduana, hasta puerta Oscura en una extensión de unos 500 metros.  Todo el recinto estaba dividido en dos mitades por un muro divisorio.  La mitad de poniente era la industrial y en ella han aparecido, en las capas más profundas, artesas para salazones construidas siguiendo casi la pendiente del terreno.  La otra mitad era el puerto comercial que estaba excavado formando una explanada más horizontal, encontrándose en este lugar restos de columnas y capiteles fenicios de edificios que allí existieron.

   En época romana, Málaga fue nombrada ciudad federal.  Más tarde, Domiciano, hacia el año 82 d.C., promulga una ley por la que Malaca obtuvo el primer estatuto municipal de su historia, la Lex Flavio Malacitana por la que se reglamentaba.

   Del puerto de Málaga salían para Roma no sólo minerales, sino también cerámicas, almendras, vino, aceite y pescado preparado con una salsa denominada “garo” o “garum”, producto muy apreciado en Roma.



El garum, aunque tuvo su gran apogeo en el mundo romano, procede del mundo griego del que toma su nombre: gáros o garon, por el nombre del pez del que se adquirían sus intestinos para la fabricación.   (Al parecer, el gáros es el que en España se le llama la caballa)   

   Esta salsa se hacía por maceración y fermentación en salmuera de restos viscerales y despojos de diferentes peces como el atún, la morena, el esturión entre otros de especies  similares. 

   Todavía hoy se puede ver una factoría de fabricación de garum romano en la ciudad de Claudio Baello en las proximidades de Zahara de los Atunes (Cádiz), allí podemos ver cerca del foro grandes ánforas metidas en tierra cerca de la playa donde se fabricaba el garum.

   Fue Roma quién la convirtió en la salsa más importante del Imperio, aunque ya tenían conocimiento de ella los pueblos mediterráneos por los fenicios, los cuales comerciaban con diferentes tipos de garum, del que destacaba el "garioflos" de procedencia persa.  No obstante, el comensal romano lo degustaba como una verdadera delicia gastronómica, no sólo por sus connotaciones organolépticas sino por su alto precio en el mercado. Según Plinio, tenía un valor comparable al perfume.



   Del libro “Geopónica o Extractos de Agricultura”  de Casiano Baso, se traduce sobre la preparación del liquamen llamado garum lo siguiente:



El llamado liquamen se obtiene como sigue: se echan las vísceras de los peces en un recipiente y se salan; también, pequeños pececillos como pejerreyes, salmonetes de fango pequeños, chuclas, boquerones o los que tengan un aspecto diminuto, todos se salan igualmente y se conservan en salmuera al sol, removiéndose con frecuencia. Cuando hayan permanecido en la salmuera un verano, se saca de ellos el garum de este modo: se mete en el recipiente lleno de dichos pececillos una gran cesta tupida y el garum se infiltra en la cesta, y así, pasado por el tamiz de la cesta, se recoge el denominado liquamen.



    Por otro lado, San Isidoro de Sevilla, obispo de la Bética (560 – 616) comenta en su obra “Las Etimologías” (XX, 3,19 – 20)

El garum es una salsa líquida a base de pescado.  Antiguamente se elaboraba con un pez al que los griegos denominaban gáros;  aunque hoy día se utiliza en su preparación infinidad de peces.  Conserva no obstante el nombre del pescado con el que comenzó a elaborarse.     

   Al liquamen se le da esta denominación porque los pececillos disueltos en esta salsa se licuan dando lugar a tal condimento.  Esta salsa es conocida con el nombre de salsugo o muria.

   Como se ve, San Isidoro habla de la etimología de este producto mediterráneo, aunque hubiese sido interesante que este genio de la literatura medieval hubiese hecho una extensa referencia a su elaboración



   En los siglos bajomedievales (XIII al XV), Málaga formó parte del reino nazarí de Granada hasta la conquista por los Reyes Católicos en 1487.  Se convirtió en segunda ciudad del emirato árabe y su capital económica gracias a un activísimo puerto.  Según Ibn al-Jatib, era el “lugar de peregrinación donde confluyen los mercaderes musulmanes y cristianos procedentes de cualquier parte del Mediterraneo”

   Málaga gozó de prosperidad y abundancia, proporcionadas por el avituallamiento permanente de mercancías y alimentos, como relataba en 1440 el alfaquí Umar al-Malaqi poéticamente en el diálogo “Disputa de Málaga con la Alambra:”  La agricultura y la labranza no tienen arraigo ni variedad….sé que poco valgo en comparación con lo que vale Granada, pero muchos días, en un sólo instante, se me llenan de trigo, playa y marina, y se sabe que jamás hayan durado en mí los malos tiempos.”

   La visión que alcanzamos de la Málaga nazarí a lo largo de los siglos bajomedievales se debe a una abundante literatura de geógrafos, viajeros, poetas, políticos etc.  En buena medida, se caracteriza por estar repleta de tópicos que se repiten de unos a otros, en una especie de literatura apologética y, en parte, también altamente idealizada por su contenido poético, estudiada y definida por Fernando de la Granja como geografía lírica, y por Rafael Arié, como paisaje cultural.

   La historia política y el papel desempeñado por  los grupos dirigentes de la ciudad y por algunos de sus gobernadores, arraces o caudillos en la vida interna y en los conflictos civiles de la dinastía nazarí, configuraron a Málaga una gran autonomía política, incluso disfrutó de cierta fama de rebeldía, desde los Asqilula hasta el Zagal, último gobernador de Málaga quien en 1485 fue proclamado rey.

   Durante las interminables luchas intestinas de la primera etapa musulmana, el puerto de Málaga perdió casi toda su actividad.  A partir del siglo XI empieza una etapa de resurgimiento, en la que  se construye la Alcazaba.  Desde entonces Málaga volvió a ser uno de los puertos más activos del Mediterráneo, alcanzando su definitivo lanzamiento a partir de 1278, año en que la república de Génova firma un acuerdo con Mohamed I.

   Pero a pesar de su carácter musulmán, se funda en la ciudad numerosas colonias genovesas que para mayor refugio y seguridad en las transacciones comerciales, construyen el llamado “Castillo de los Genoveses”.

   Los aterramientos de la antigua dársena fenicia corazón del puerto primitivo de Malaka, la construcción de la Alcazaba y por consiguiente la construcción también del muro de protección de la ciudad musulmana, va desplazando la actividad portuaria hacia el sur, más cerca de las atarazanas donde existe una actividad continua junto con el Castillos de los Genoveses. (cebada, frutos secos, vino, lana, tejidos de seda, laca, cueros, pieles, etc.)  Málaga se convierte en la puerta del Reino de Granada y en el nexo de unión entre el Mediterráneo, el Atlántico y el Mar del Norte.  También se establecen rutas con el Lejano Oriente.



                       

   Sabido es, que durante el cerco a la ciudad de Málaga, el Rey Fernando mandó que la flota comandada ahora por el conde de Benavente y Antonio Bernal, se situara frente a las costas malagueñas con la intención de no dejar que se acercara ninguna ayuda procedente del norte de África ni de ningún otro lugar.

   También se sabe, como apunta Hernando del Pulgar, que a menudo las naves musulmanas realizaban incursiones desde la costa para combatir a las naves cristianas.   ¿Pero desde dónde salían estas naves de los moros?  Si estas hubiesen estado atracadas o fondeadas en las costas de forma visible, seguro que la armada cristiana no hubiese tardado nada en atacarlas y dar buena cuenta de ellas.  No era así, los moros atacaban, y retrocedían rápidamente desapareciendo de la vista, sin que nadie supiera en qué lugar se escondían.

   “Mandó el Rey a mosen Requesena, conde de Trevento y a Martin Ruiz de Mena, a Arriarán y a Antonio Bernal, capitanes de la flota que estaban en el mar, que durante las noches pusiesen juntas todas las naos, galeras y carabelas, de manera que ciñese la cibdad  por la parte que cercaba en la mar.”

   Pero al parecer, y a pesar de estas órdenes del Rey, para intensificar la vigilancia, como apunta Hernando del Pulgar, los malagueños continuaban sus incursiones estratégicamente calculadas para no sufrir ninguna baja tanto de hombres como de embarcaciones.



   “¿Cómo es posible que los moros ataquen a nuestra flota causándonos bajas sin que sean avistadas por nuestros hombre?” Interrogaba el Rey a sus capitanes.

   “Majestad, ni siquiera nosotros lo sabemos.  Parece cosa de magia.”

    “Los vigías, cuentan que aparecen unas veces aprovechando la oscuridad, y otras, al amanecer cuando nuestros barcos están fondeados y los hombres relajados.     Entonces,  como salidos de la nada, atacan por sorpresa con una rapidez extraordinaria, y desaparecen con la misma rapidez sin que los vigías ni nosotros mismos tengamos la oportunidad de saber en qué lugar se esconden. 

   Desde la situación en la que nos encontramos, una vez que se han retirado, no alcanzamos a distinguir ninguna ensenada ni puerto, en el que puedan encontrar abrigo para sus naves.  Sólo se ven las murallas de la ciudad, y desde la distancia, no se distingue ningún canal ni puerta en las que se puedan esconder.   Parece que se los hubiera tragado el mar;  mas no es así, puesto que cuando menos lo esperamos, vuelven a aparecer. 

   Hemos colocado algunas pequeñas embarcaciones cerca de la costa para que nos avisen en el momento en que los vean aparecer, teniendo que desistir de ello, puesto que al estar estas embarcaciones tan cerca de la Alcazaba, son atacadas con sus lombardas, y ya nos han destruido algunas de ellas.

   Pero no se preocupe su majestad,  puesto que a partir de las últimas incursiones, hemos adoptado un sistema de vigilancia durante el día y la noche, alternando las naves y la tripulación.  Al parecer se han dado cuenta de nuestra estrategia, y por el momento en unos días, no hemos sufrido ningún ataque.”



  Analizando la crónica de Francis Carter, en su obra, “Viaje de Gibraltar a Málaga” (1777) cuando comenta:

   “La armada española, al mando del conde de Benavente y de Antonio Bernal, cortó también toda posibilidad de comunicación con la costa de berbería.

   En el arsenal de los moros había seis albatozas o galeras de remo, a la que armaron y lanzaron al mar para defender la playa de los barcos españoles que mantenían continuas escaramuzas con sus enemigos intentando romper sus defensas;  en uno de estos encuentros los moros lograron poner en fuga a toda la flota, hundiendo incluso el navío del duque de Medina Sidonia.

    …..La Alcazaba está fortificada de manera extraordinaria con tres murallas hacia el mar y dos mirando a la ciudad.  Antonio de Nebrija contó recorriendo el perímetro de este castillo, (se refiere a la Alcazaba) 110 torres grandes, aparte las numerosas torrecillas, las más grandes de las cuales son las que rodean el arsenal de la flota, que está en la esquina del castillo, cerca del mar, y tan bajo que el mar penetraba y formaba un canal lo suficientemente grande como para acoger veinte galeras en su interior.  Las murallas que la rodeaban tenían ochenta pies de alto, y los tres arcos para la recepción de los barcos sesenta por treinta pies de ancho y doce de grosor;  cada uno de estos arcos tenía sus puertas;  las marcas de sus bisagras todavía se ven, aunque las puertas hayan desaparecido hace bastante tiempo, los arcos tapiados y el mar alejado por el muelle.

   El suelo de este canal está ahora convertido en un jardín, y lo que más sorprende es que tiene dentro un pozo de agua dulce.  Este jardín, al estar bajo y bien protegido de los vientos del norte, produce plátanos tan dulces y buenos como los que se comen en Madeira….



  De ello se deduce que,  puesto que en la costa malagueña no existe, ni existió ninguna ensenada natural en la que los barcos se pudieran esconder, como sucede en otras costas del mundo, los moros aprovechando el puerto anteriormente construido primero por los fenicios, y más tarde reestructurado por los  romanos para el transporte de los productos mencionados con anterioridad.  (Málaga era uno de los principales productores de salazones y garum, junto con Almería y Cartagena) lo dotaron de unos muros muy altos en la parte del mar, con tres puertas lo suficientemente altas y anchas como para que pudieran entrar sus embarcaciones, y una vez realizadas las incursiones en las que atacaban a la flota cristiana, entraban y atracaban en las dársenas, cerrando a continuación las puertas, con lo que hacía al puerto y a las embarcaciones invisible a la vista de los que contemplaban la costa desde el mar.

   Según la descripción que hace Francis Carter, en la ya citada obra, y la situación del puerto fenico y romano que se recoge en la historiografía, este puerto estaba situado en el lugar que hoy ocupa el Palacio de la Aduana, y el antiguo edificio de Correos, hoy Rectorado de la Universidad.  Y si Carter lo vio en 1777, también 60 años antes, (1717) lo vio Bartolomé Thurus cuando sobre un plano de Málaga y sus contornos señala el lugar donde se encontraban las puertas que abrigaba el viejo puerto a que nos referimos.







   Cuando el investigador no encuentra soporte documental que avale su teoría, no debe asegurar que sea cierto lo que cuenta en sus escritos, debe reservarse de afirmar la veracidad de sus enunciados a riesgo de que en el futuro otros investigadores o historiadores encuentren ese soporte documental y le demuestren su error.

   En mi caso, y referido al puerto fenicio de Málaga, al que hago referencia en esta obra, por supuesto que no lo doy por cierto, pero sí me atrevo a decir que lo creo muy posible basándome en los datos recogidos de investigadores pretéritos que demuestran, o por lo menos intuyen, que el antiguo puerto fenicio, se encontraba situado al pie del monte de la Alcazaba, y que sus dársenas se situaban en el lugar que hoy ocupa el Palacio de la Aduana.

   Además de los datos ya referidos de Cárter y Thurus, existen también las de Cristóbal Medina Conde, del que deberíamos confiar de sus teorías, puesto que fue testigo de las primeras excavaciones para la construcción de de la Nueva Aduana, que además de ser buen cronista, era también un magnífico arqueólogo, y aprovechando que se encontraba en Málaga,  fue designado por el Rey para que hiciese un seguimiento de la construcción de tan magnífico edificio, que según Su Majestad sería el mejor de España y uno de los mejores de Europa.

   Nos comenta Medina Conde en su obra, “Conversaciones Históricas Malagueñas”  en la Conversación LIII pág. 342:



“….Para que el famoso puerto de la ciudad, (se refiere al puerto nuevo) en que cada día hay mayor comercio de entrada y extracción de sus ventajosas frutas, tuviese SM, una aduana del mar con la capacidad correspondiente a sus ingresos, se mandó construir una nueva aduana en 1789.

   Para darle las medidas de sitio, fue antes forzoso demoler las murallas viejas….” (Se refiere a las murallas musulmanas de Málaga)



   Continua Medica Conde en su misma obra:

“….No se abren cimientos profundos para algun edificio en que no se encuentren vestigios de otras fábricas antiguas, habiéndose levantado poco á poco el plan (plano) de esta Ciudad a proporcion de las ruinas sobre que se ha ido fabricando otros….

….pruebas de lo dicho las novisimas excavaciones para los cimientos de la Real Aduana en la Alcazaba:  en ellas se á descubierto a cinco varas del actual piso, y mas de ocho del monte que hacian los escombros, varias lápidas de los referidos, estatuas, pedestales, y otros fragmentos Romanos, como una cabeza Romana, un busto de muger, un Idolo, y varios utensilios….  (Una vara castellana equivale a 0,8359 metro. Cinco varas equivalen aproximadamente a cuatro metros con  dieciocho centímetros)

….A dicha profundidad se descubrió en 9 de Julio del año 1789 un horno de fundicion de metales con varios crisoles, y hasta once barretas de plata, prueva clara de ser tal horno de fundición de metales….

….frente al castillo de los Artilleros, se descubrieron varios pozos, que tuvieron uso en tiempo de los Moros, pues se han hallado dentro de ellos algunos jarros con caracteres Arabes ó Morunos;  señal evidente de que en tiempos de estos estaba el plan de la Ciudad mas de cinco varas mas profundo al piso de hoy….por baxo del qudro de la Real Aduana: varios ladrillos de casi vara y quadro, y una especie de mortero, ó fundidor de jaspon muy fuerte, cuyo uso no se puede acertar, y quizá serviría para las fundiciones….



Estos datos que nos aporta Medina Conde, nos puede servir para entender mejor nuestra teoría cuando más adelante hablamos de “LA FUNDICIÓN DE ARTILLERÍA” que en Málaga fue muy importante a finales del siglo XV y principios del XVI.



Continua Medina Conde en la obra ya citada:

….Lo que mas comprueba el pensamiento indicado, y que tal vez pueda nivelar el plan primitivo del Pueblo que estaria al del mar, es un pozo que a las cinco varas de profundidad del muelle se halló perpendicular debaxo de la ultima piedra del cimiento profundo de la muralla que miraba al mar, y puerta llamada de la Cava.   Este pozo estaba con alguna agua, piedras negras como de tinte, y dentro dos cantaros de hechura antigua.   Medida la profundidad de este pozo (cuya agua era dulce) tiene, ó tenia, porque fue preciso cegarlo para el nuevo cimiento, nueve pies…...

….siendo tan antigua la muralla (que lo menos era del principio de los Moros) estaba el plan de la Ciudad al del mar, y habiendo desde alli al piso del horno como cinco varas, estas crecieron hasta el tiempo de los Moros….

….No puede darse prueba mas clara de que lo montuoso del Pueblo es formado de escombros, y de ruinas sobre ruinas de sus edificios, de que no hay mas memoria que las que nos dan las excavaciones….

….Quedo convencido, é instruido de los muchos vestigios de antigüedades Romanas que cada dia se descubren en las excavaciones  que se hacen.  Entre estas, vestigios de Gymnasio, y de la Lonja ó Hastiario que rezan las Inscripciones,  sobre todo se ha descubierto algo de Amphiteatro, que es regular tuviese Ciudad tan famosa, confederada con los Romanos, que á su imitación tendria su circo, teatro, y demas edificios suntuosos.

   En cuanto á Amfhiteatro me parece lo hubo, según los vestigios que se descubrieron al abrir las zanjas del Hospital de Santa Ana, y del Convento de las Monjas de la Paz, que esta inmediato.  En ellas se descubrieron fragmentos de edificios con bóvedas, y sobre ellas pedazos de grada en forma circular:  esto junto con lo espacioso de aquel sitio, que era un suburbio del pueblo, da algun fundamento para conjeturar haber estado en aquel lugar el Amphiteatro, ú edificio semejante como el Gymnasio donde luchaban desnudos los Gladiadores.

   Ahondando en los datos expuestos por el religioso granadino, cuando nos comenta:  “al abrir las zanjas del Hospital de Santa Ana y del convento de las Monjas de la Paz, se descubrieron fragmentos de edificios con bóvedas, y sobre ellas, pedazos de gradas en forma circular,” estaba informando de que en aquel lugar, (hoy Teatro Romano) por los fragmentos arqueológicos encontrados, tendría que existir un anfiteatro o un teatro romano; pero por algunas razones, tal vez económicas o de intereses políticos, no tuvieron en cuenta su teoría, quedando todo sepultado hasta más de siglo y medio más tarde que fue descubierto el Teatro Romano de Málaga, y por consiguiente la veracidad de su teoría.

   Refiriéndome al puerto fenicio comentado, ¿no creen que si se realizaran bajo el suelo del patio del edificio de la Aduana, extendiéndose hasta sus cimientos, unas excavaciones aún más profundas que las cinco varas a que se refiere Medina Conde, sin tener por ello que demoler el edificio, se podría encontrar el citado Puerto.?  Modestamente opino que sí.   ¿Y no sería por lo tanto un incremento importante para el patrimonio artístico cultural de nuestra Málaga.?  También lo doy por cierto.  

   Estas interrogantes las dejo a la consideración de las futuras autoridades arqueológicas.

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