EL SANTO CRISTO DE LA
SALUD DE MÁLAGA
EL QUE
TRAJO LA SALUD A MÁLAGA EN 1649
Rebuscando en la historia no hay imagen de Cristo en
la ciudad con un poso devocional tan influyente como el Santo Cristo
advocado de la Salud, que celebra su fiesta votiva el 31 de mayo. Una conmemoración de su tradición milagrosa
que en el año de 1649 obtuvo sus mayores cotas salvando a la ciudad, dicen las
crónicas, de una epidemia indiscriminada de peste.
Desde entonces y hasta aún hoy, la talla del Santo Cristo de la Salud
goza de una silenciosa pero forjada devoción entre muchos malagueños. Esta
escultura de Jesús Atado a la Columna, que se da por obra de José Micael y
Alfaro (1633), preside desde mediados del siglo XIX el
magnífico templo circular de la calle Compañía, que fue el primer gran
asentamiento jesuita en la ciudad, y hoy con dedicatoria expresa al Santo
Cristo.
Todo empezó hacia 1633 cuando en el convento
de los trinitarios calzados, (actualmente un edificio con mucho pasado pero con
poco futuro) se fundó una piadosa hermandad de penitencia en torno a un Cristo
atado a la Columna allí existente y que, según se creía, había sido donado por
los Reyes Católicos. Quizás porque los
frailes o el patrono de la capilla donde se veneraba, que era el regidor Juan
Tristán de León, quisieran el monopolio sobre la misma, los cofrades pronto
llegaron a la conclusión de que lo mejor era contar con una escultura propia,
para lo que contrataron una con el escultor de origen turolense José Micael y
Alfaro (1595-1650).
La
imagen que se historia, no entró con buen pie, porque casi simultáneamente a su
hechura, la hermandad se vio envuelta en una crisis que le hizo suspender la
procesión anual del Miércoles Santo y trasladarse desde la Trinidad hasta la
céntrica iglesia de San Juan, para lo cual tuvieron que deshacerse de ella,
dado que en esta parroquia ya existía un Cristo flagelado al que el clero allí
adscrito les obligaba a rendir culto. De esta forma la talla de Micael pasó a
manos particulares. Primeramente a las
de una tal Ana de Medegal, y tras su muerte, a las de un anónimo propietario
que vivía en la Alcazaba malagueña.
LA PESTE.- Así estaba la situación cuando en noviembre
de 1648, se sintieron los primeros síntomas de una de las pestilencias más
devastadoras de las que ha sufrido Málaga, que llegaría a perder en los meses
que duró más de una cuarta parte de población. El lunes 31 de mayo de 1649,
cuando mayor virulencia alcanzaba la enfermedad, la viuda del último
propietario del Señor se mudó de casa, por lo que requirió los servicios de un
carretero para trasladar sus pertenencias, entre las que se encontraba la
escultura. Al pasar el carro ante las puertas del Ayuntamiento, en la hoy plaza
de la Constitución, se dio la circunstancia de que la pareja de bueyes frenaron
en seco su marcha negándose a avanzar pese al castigo que les infligía su
dueño. El hecho por lo extraño, motivó
la curiosidad de quienes se encontraban cerca, arremolinándose para ver en qué
quedaba todo aquello. Fue entonces
cuando una voz de niño se impuso advirtiendo: «¡Miren de qué suerte llevan a un
Santo Cristo!». Los presentes no viendo
por parte ninguna criatura alguna, quedaron llenos de estupor, procediendo el
escribano Francisco Solano Alcázar a registrar el carromato encontrando
cubierto bajo unas frazadas a la sagrada efigie.
La reacción espontánea de los testigos del
hallazgo, entre los cuales se encontraban varios mayordomos de la Cofradía de
la Esperanza, radicada en la vecina ermita de Santa Lucía que se alzaba en la
actual calle de ese nombre, fue a introducirla a hombros en las Casas
Consistoriales, mientras proclamaban que portaban al verdadero médico que
curaría a Málaga. La narración de lo
sucedido se extendió rápidamente entre el vecindario que se agolpó para visitar
al Señor entronizado en la capilla municipal y bautizado desde ese instante
como “Santo Cristo de la Salud.” Dado que la peste fue remitiendo progresivamente
desde esa jornada, el pueblo piadoso no dudó en una providencial intervención
divina. (Todo ello se encuentra puntualmente recogido en las actas capitulares
del Consistorio con fecha de 1 de junio de 1649) Apenas un día después del hallazgo supuestamente
milagroso y redactado por el regidor Martín de Mújica, (aunque será el relato
redactado por el impresor Juan Serrano de Vargas en su célebre 'Anacardina
espiritual' compuesta en 1650 quien fijaría toda la invención acerca del origen
de la teúrgica imagen.)
Para entonces ya se había propagado la
historia paralela de que su artífice, el mencionado Micael, autor igualmente
del apostolado del coro de la Catedral, viendo los portentos obrados por su
obra, había anunciado que su muerte estaba cerca. (Al parecer esto respondía a
la creencia extendida entre los imagineros de que quien labraba una talla
milagrosa fallecía al poco tiempo.) Sea
inventiva del imaginario popular o por pura aprensión del maestro, éste
falleció efectivamente justamente un año después de los sucesos de la plaza,
siendo enterrado en la iglesia de Santiago de Málaga.
REFLEXIÓN.- Piensen en una ciudad portuaria de
calles tortuosas y sucias, donde se ha declarado una epidemia y cuyos medios
para combatirla es purificando el aire, quemando pólvora y romero, esparciendo
estiércol de vaca por doquier y disparando cañonazos desde las baterías de
defensa. Los médicos ni siquiera se
atreven a entrar en las casas de los afectados, limitándose a vocear en la
puerta los remedios que se les ocurren, más propios de nigromantes que de
personas de ciencia.
En hospitales
improvisados se hacinan la mayoría de enfermos asistidos rudimentariamente
esperando la muerte y a ser conducidos a los llamados “carneros” donde serán
enterrados cubiertos de cal viva. Esa dantesca ciudad, que en realidad podía
ser cualquier otra del occidente europeo es Málaga, donde hasta bien entrado el
siglo XIX, se combatía las periódicas pandemias según el delirante protocolo
descrito. Así no es de extrañar que la gente de entonces, impotente ante el
mal, buscara el remedio sobrenatural, impelida por la creencia de que la peste
era un castigo enviado por Dios a un pueblo pecador.
Este es el origen de innumerables devociones
repartidas por todo el mundo católico, y más concretamente de la devoción al
Santo Cristo de la Salud, protector jurado de la ciudad por iniciativa de su
Ayuntamiento y equivalente a la patrona Santa María de la Victoria que fue
siempre de la predilección del estamento eclesiástico. Hoy cuesta imaginar la enorme devoción que los
malagueños de antaño sintieron por este Cristo, similar o superior al fervor
que desde mediados del pasado siglo suscita la efigie de Jesús Cautivo entre
sus descendientes, lo que es demostrativo de que hasta los sentimientos más
íntimos y sagrados no son inmunes a las veleidades humanas. Ahora que se acerca el día 31 de mayo, fecha
de su festividad, no está de más ilustrar o recordar a quienes gustan de estos
temas, el apasionante origen de esta imagen del Señor.
LA IGLESIA DEL SANTO CRISTO DE LA SALUD
La Iglesia del Santo Cristo de la salud del
siglo XVI, conocida como del Santo Cristo fue fundada por la Compañía de Jesús
a quienes se les debe el nombre de la calle Compañía. Es el edificio que nos
encontramos a la derecha de esta calle, característico por su planta circular.
Los jesuitas al haber realizado misiones en
Málaga, decidieron en 1572 asentarse definitivamente en la ciudad, comprando
una casa al lado de la ermita de San Sebastián donde ejercían su
ministerio. Al ser la ermita
insuficiente para el culto, se determinó construir una nueva iglesia. Las obras no se comenzaron hasta 1598, y se
inauguró el 28 de septiembre de 1630 aunque se continuaron algunos trabajos
hasta 1644.
Lo más interesante de ver es su cúpula, de
la llamada de media naranja con un anillo con pinturas que simula elementos de
obra de modo muy realista. Asimismo, la
bóveda está pintada en tres partes concéntricas de gran belleza, con pinturas
ilustrativas que ayudaba a aprender a los hermanos que estudiaban en el centro
de estudios humanísticos al que pertenecía todo el conjunto. Son importantes además las pinturas de los
altares y las esculturas, dos de ellas, las correspondientes al Cristo Coronado
de Espinas y la Virgen de Gracia y Esperanza que son las de la popular Cofradía
de Estudiantes, que sale el Lunes Santo a hombros de estudiantes de Málaga.
La iglesia es obra de Pedro Sánchez, que
diseñó este edificio barroco de planta octogonal sobre un solar donado por el
Obispo Blanco Salcedo en 1572. Fue
inaugurada el 28 de noviembre de 1630.
Los jesuitas Angel Cortés y Díaz de Ribero diseñan el retablo mayor y el
tabernáculo. La portada principal data
de los años 1659-1660 y los establos de San Ignacio y de San Francisco Javier,
son de 1672 y 1678. Al siglo siguiente,
José Martín de Aldeahuela abre una pequeña capilla en medio del retablo
dedicado a San Pedro.
La Iglesia dedicada originariamente al
mártir San Sebastián, fue el templo de un potente colegio para la formación de
los hermanos de la Compañía, que se sentó con carta fundamental en 1572 en la
ciudad de Málaga, coincidiendo con la primera gran expansión de la orden de los
Soldados de Cristo, tan sólo treinta y dos años después de su constitución
oficial ante el pontífice Pablo III.
Tras la desamortización y la expulsión de
los jesuitas en 1767, la iglesia fue transferida al Montepío de Socorro, que
regentaba la parcela vecina de la casa del Consulado y la escuela de San
Telmo. En 1790 pasaron a manos de la
Sociedad Económica de Amigos del País. A
mediados del siglo XIX, se creó el Patronato del Santo Cristo de la Salud. En 1849 la imagen titular fue situada en el
hueco que antes ocupaba la imagen de San
Pedro. Esta consiste en una talla de
José Micael y Alfaro de 1633 y consiste en la imagen de Jesús atado a la
columna. A esta talla se le atribuye la
curación milagrosa que se dio en la ciudad en el año 1649 cuando apareció
durante una epidemia. En esta iglesia se
encontraba la sepultura de Pedro de Mena, actualmente en la abadía cisterciense
de Santa Ana.
BIBLIOGRAFÍA
ADVOCACIONES DE LA
SALUD.I CONGESO NACIONAL. Aguilar de la
Frontera, pp. 169-225
W. Soto
Artuñedo; la actualidad de los jesuitas
a la Málaga moderna.
ADVOCACIONES DE LA
SALUD. I Congreso Nacional Aguilar de
la Frontera.
Francisco J.
Rodriguez Marín. El Cristo de La Salud,
pp. 170-192
Isla
de Arriarán, 8 pp. 28-30
Salvador Jiménez, Historiador.
Presidente de la Asociación Cultural Segrí de Málaga
Conferencia
sobre el Cristo de la Salud.
ALTAR MAYOR DE LA IGLESIA
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